miércoles, 9 de marzo de 2011

CAPITULO 3 - En el principio...



Ella era feliz en aquel paraíso.
El jardín del Edén, era la obra cumbre de Dios.
Después de crear el cosmos, los planetas, Dios tuvo predilección por la tierra y allí arrojó sus semillas. Separó las tinieblas de la luz, los mares de la tierra, plantó árboles apetitosos a la vista, creó a los animales y entonces, los creó a ellos.
Dios cogió arcilla del suelo, y de la misma tierra, creó al hombre y a la mujer. Los primeros habitantes de aquel jardín a imagen y semejanza de Dios.
Lilit fue feliz junto a Adán. Observaban la gran obra con entusiasmo, alabando al creador. Cumplían con su misión como era debido.
Adán era el gran jefe pues Dios le había dicho que mandaría sobre todas la bestias, sobre todos los frutos. Y Adán era bueno en su cometido, pero a Lilit la solía dejar de lado. El pensaba que estaba por encima de ella. Al fin y al cabo, el era el hombre.
Y los días fueron pasando. Días felices para la pareja en que estos hacían el amor sin preocupaciones.
Lilit se daba cuenta de que Adán siempre se ponía encima de ella para el acto, y aunque al principio estaba bien, ella también tenía necesidad de estar encima. Tenía inquietudes y dudas. También observaba que todas las bestias se dirigían  a Adán para cualquier problema, y que ella era como si no existiese. Y cada vez que sucedía algo, Dios solo hablaba con el hombre.
¿Por qué, si habían sido creados iguales, de la misma tierra y al mismo tiempo, ella era como una ayuda más dispuesta para el hombre y no una igual?

Un día, en el que los dos se disponían para el acto amatorio, Lilit decidió decirle a Adán, que quería estar encima esta vez.
-¿Cómo dices?- dijo el-. ¿Acaso no te das cuenta de que soy yo, y no tu quien tiene que estar encima?
Lilit dudó un instante. Finalmente se atrevió a preguntar.
-¿Cuál es la razón de que así sea? ¿Cuál es el motivo de que tu estés por encima mío en todas las cosas, cuando fuimos creados por Dios igual?
Adán la observó un momento. Pensó la pregunta pero no sabía que contestar.
-Yo soy el hombre, a imagen de Dios- dijo este-. Tú eres solo mi compañera, y por eso debes de obedecerme en todo, apoyarme en todo. Ese y no otro es el mandato del Creador.
Lilit se puso furiosa ante esto.
-¿Solo tu compañera? ¿Obedecerte en todo? No creo que Dios quiera esto. Nos creó por igual, mujer y hombre por igual, a imagen y semejanza suya.
Se quedaron en silencio y ella decidió que ya no quería hacer el amor. Que tenía sueño y solo quería dormir.
Adán se enfureció pero lo dejó pasar. Pensó que, al ser alguien inferior a el, no comprendía el mensaje de Dios. No comprendía el mandato divino. Hablaría con ella por la mañana.

Al día siguiente Lilit despertó sola. Adán no estaba a su lado.
Se desperezó lentamente mientras miraba con asombro un nuevo amanecer. Le gustaba el amanecer, y como estaba dispuesto todo en aquel hermoso jardín. Seguía enfadada con Adán, pero al ver aquella inmensidad, aquella magia asombrosa, aquel perfecto equilibrio que era la creación, el enfado cada vez le importaba menos.

Decidió hablar con Adán, decirle que lo sentía, que la comprendiera. Que no se preocupara por nada, que le quería. Entonces se encontró de frente con el.
-He hablado con Dios- dijo-. Mandará a uno de sus arcángeles para que entiendas la situación.
Lilit se quedó paralizada ante esto. ¿Qué pasaba?
Ella quería pedirle perdón a Adán. ¿Por qué había hablado con Dios?
-Ve al árbol de la vida- le dijo-. El te estará esperando allí.
Lilit no dijo nada. Y vio como Adán le daba la espalda. Sin explicación, sin un porqué.
Tenía una extraña sensación. Como de angustia, aunque ella no supiera realmente que era eso. Solo era un “algo” extraño. Una sensación que no había experimentado.
Echó a andar sin pensar en nada, con la mirada baja. Continuó por uno de los grandes valles, cruzando un hermoso lago, bajo una gran cascada y allí, en lo alto de un montículo se encontraba el árbol de la vida.
Y aquel ángel estaba allí esperándola. Majestuoso y hermoso. Grandioso con sus alas recogidas, sentado junto al tronco del árbol.
Aquellos seres vivían junto a Dios en los cielos. Eran parte de él, parte de su magnificencia, de su inmensidad. Y ella seguía con aquella extraña sensación. Pero se fue acercando poco a poco.
El giró la cabeza y la vio llegar.
-Dime Lilit, ¿Qué te aflige?
El porte de aquel querubín era grácil, y a la vez fuerte. Lleno de luz. Hermoso.
-Me siento confusa- dijo Lilit-. ¿Porqué Adán es el favorito de Dios, mientras que yo soy solo para su disfrute, y para hacerle compañía, si el y yo somos iguales? No lo entiendo. ¿Qué soy yo?
El ángel sonrió. Le indicó con un gesto de la mano, para que se sentara a la sombra del árbol de la vida. Junto a el.
-Dios dijo: Creced y multiplicaros. Tú eres importante pues, traerás la descendencia a este mundo. El hombre gobernará y tu criarás a sus hijos para que estos tomen el relevo de su padre.
Lilit quedó sorprendida ante esta respuesta. No le gustó nada.
-Entonces, ¿yo solo soy una compañera?
El ángel frunció un poco el ceño, luego, volvió a sonreír.
-Eres la mano derecha del hombre. Le ayudarás en su cometido, aconsejaras en sus dudas y le darás amor. Debes entender que Dios, no pensaba crear a nadie mas. Pero creó a Adán, y vio que era bueno aquello, y decidió darle una compañera para que no estuviera solo, y así poder seguir la vida generación tras generación.
-Ya entiendo- dijo Lilit-. Solo soy eso. Una distracción.
-No me has entendido- continuó el ángel-, eres la encargada de…
-Ya ya- cortó Lilit-. Se lo que soy. ¿Tu que opinas al respecto?
-¿Yo?- el ángel quedó un poco confundido ante la pregunta-. ¿Qué importancia tiene lo que yo opine? Solo hago y ejecuto lo que Dios dice. El es nuestro creador.
-Está bien- dijo Lilit con orgullo-. Deseo hablar contigo de nuevo. Dile a Dios que tengo dudas. Tu me las aclararás, ¿de acuerdo?
No molestaré ni me entrometeré en nada. No haré enfadar a Adán y le ayudaré y le apoyaré en todo. Pero necesito hablar contigo. Necesito saber, tener respuestas. Solo pido eso. Díselo a Dios. ¿Lo harás por mí?
Por un momento el ángel vaciló, pero luego asintió mostrando su sonrisa.
-Volveremos a vernos entonces Lilit.
Y alzó las alas, miró hacia arriba y ascendió lentamente primero, y luego mas rápido hasta que se perdió de la vista de la mujer.
Lilit se giró sonriendo, y se dio cuenta de una nueva sensación que recorría su cuerpo. No era como la de antes. Lo que sintió cuando fue llamada era un temor oculto. Un miedo irracional hacia lo desconocido. No. No era eso. Lo que sentía Lilit ahora era amor. Estaba enamorada de aquel querubín, y la razón del porqué quería verlo era por ello, para tenerlo aunque fuera un poco en unos instantes. Lilit estaba totalmente enamorada de aquel hermoso ángel.

Los días fueron pasando y Lilit cumplió su palabra.
Lo que la mantenía, lo que hacía que no se enfadase con Adán, que no se aburriera e incluso que no sintiera asco al hacer el amor con el, eran las visitas del ángel.
Su mundo era solamente el. No había nadie más. Y ella veía que el se mostraba receptivo en las muestras de cariño que esta le confería.
Notaba que sus conversaciones eran mas profundas en el sentido del ser, de ellos dos. Ya no existía Adán, ni Dios. No hablaban de la creación o del jardín. Solo de ellos.
El le contaba cosas del cielo, de sus hermanos, de las jerarquías que estaban establecidas en el reino de Dios. Y ella hablaba de sus miedos, sus inquietudes. Aquellas extrañas sensaciones nuevas que experimentaba con el pasar de los Días. Hasta que Lilit no pudo más. Bajo el árbol de la vida, en aquella colina con esa maravillosa vista, ella tenía que decirle que sentía.
-Te amo- dijo con un susurro, un poco ruborizada-. Te amo desde el primer momento en que te vi. Siempre te he amado.
-Lo sé- contestó el ángel-. Siempre lo he sabido. Y aunque me cuesta reconocerlo por el temor que le tengo a Dios, no puedo, aunque quisiera, negar esto que siento.
Lilit sonrió y se abalanzó contra el abrazándolo. El ángel al principio se resistió un poco, pero luego no pudo reprimir la pasión, el amor que sentía hacia aquella humana.
-Hazme el amor- dijo la mujer-. Hazme el amor y hazme tuya. Hazme sentir verdaderamente una mujer.
-No puedo- contestó el ángel-. No soy humano. Me temo que no tengo los atributos. Tendría que transformar mi cuerpo.
-Hazlo- dijo ella-. Hazlo y después si es necesario huiremos de aquí. Tu y yo.
El ángel dudó por un instante. Miró a los ojos de Lilit y no podía resistirse. Estaba cansado de ser un siervo de Dios, de cantar sus alabanzas, de cumplir sus órdenes. Sus pensamientos corrían por su mente como un torbellino. ¿Estará bien, estará mal? ¿Qué haría Dios cuando se enterase? Y seguro que se enteraría. El es omnipresente. Dudaba. Si hacía eso no podría volver al cielo. No se lo dijo a la mujer, y después de pensarlo un tiempo accedió.
Estaba perdidamente enamorado, y solo quería estar junto a ella.
Su cuerpo se transformó lentamente. Sus alas fueron desapareciendo como si nunca hubieran existido, y su luminosidad se fue desvaneciendo. Cuando el proceso terminó, agarró a la mujer por la cintura, la estrechó entre sus brazos y la besó.
-Ámame- dijo el ángel. Y dejaron que la pasión liberara sus instintos. Y allí, bajo el árbol de la vida, hicieron el amor.

No hay comentarios: